sábado, 25 de abril de 2009

.02. Ronda 1


Poco hemos avanzado, ahora que miro hacia atrás tengo la impresión de que no hemos conseguido avanzar mucho; sin embargo no seguimos adelante. ¿Por qué nos detuvimos? Ah, sí... hay algo, no sé si en el ambiente, en nuestros pasos, en la memoria en el deambular del viento que solía llevar de un lado a otro la canción que silbábamos, no puedo estar seguro. Simplemente siento que hay algo que no termina de parecerme bien, algo que me falta o que me sobra… Me pongo a revisar entre nuestras pertenencias; aunque todo parece normal, yo sé bien que hay algo de inusual en este continuo devenir…

Busco entre mis bolsillos, en el morralito raído que he venido cargando desde tiempos inmemoriales, desde antes que la historia de la historia comenzara siquiera contarse. No encuentro la falla, llevo los mismos hoyos en los bolsillos, igual de vacíos que siempre (los hoyos y los bolsillos), en el morralito milenario, que no ha cambiado ni de apariencia ni de textura, están contenidos los mismos trebejos, los mismos recuerdos, los mismos pulgueros…

¿Entonces…?

El Sopas me mira apoyado en sus cuatro patas, quizá esté tan confundido como yo. Llevo ya un buen rato parado sobre la calle sin llegar a ninguna conclusión. Pronto comienza a enseñarme la lengua, por lo que se hace acreedor de un serio regaño y una buena explicación para sacarlo de su error. Además de una osadía es sumamente descortés que le muestren a uno la lengua cuando está pensando sobre algo serio. Y encima, el muy cambujo se sienta muy campante y sonríe cuando lo estoy regañando. Es inconcebible. Decido que voy a ignorarlo como él me ignora a mí cada vez que me acerco muy educadamente a pedirle un favor. Podré quererlo mucho al condenadote, pero que ni me ladre porque no pienso escucharlo más.

Doy media vuelta y sobre el pavimento encuentro una posible solución: a la mitad de la calle hay un par de flechas que se contradicen, una me sugiere que avance y la otra, que retroceda. Decido alejarme hacia el flanco izquierdo para evitar que la confrontación llegue a términos más violentos y sigo avanzando; pero no, ese no es el problema, sigo teniendo la sensación de que algo no anda bien y sin duda no soy yo, porque si algo me caracteriza es mi elegancia al andar…

Y así distraído, sigo caminando sin dejar de pensar, de repasar con la infinita memoria que tanto y tanto me han elogiado don Pepe, el señor que vendía los periódicos cerca de casa de mi abuela cuando yo no tenía más de ocho años y me ponía a contarle cómo recordaba hasta la infancia de mi abuela… Hasta el Sopas ha sabido reconocer mi buena memoria, pero ahora no es suficiente, tengo que echar mano de una audacia muy aguda porque esto no puede tratarse de un olvido sino más bien de un misterio que irresoluble, me reta. Primero no quise avanzar para no alejarme, por si necesitaba retroceder; pero ahora no puedo detenerme, necesito seguir pensando y alejarme de las flechas que estaban a punto de resolver sus objeciones violentamente.

No estoy seguro de a dónde hemos llegado, quizá me puse a caminar tan decididamente que los pasos se me salieron del pueblo. No hay casas cerca y del camino sólo queda el pavimento sin flechas conflictivas ni letreritos fastidiosos, ni semáforos represores. Quizá el problema era ese… sí, ahora que lo pienso me parece posible que el pueblito quisiera arrojarme lejos y por eso me sentía raro allá y al salir de su prisión, me siento tan libre, tan puro como para quedarme aquí sentado y esperar a que pasen otros dos mil años y luego, quizá levantarme, pero no… El Sopas no resistiría mucho, es muy terco y refunfuñón, pero con todo y eso es mi amigo y no me abandona ni siquiera cuando las ciudades no me quieren tener cerca. Tengo que seguir adelante y encontrar otro lugar donde pueda beber un poco de agua corriente, al fin es perro corriente, no creo que le disguste mucho la idea…

Comienza a oscurecer y no hemos encontrado ningún lugar donde podamos refugiarnos, sólo un chirrido de llantas acompaña nuestro camino, que se ha vuelto muy aburrido repentinamente. Hemos caminado a prisa desde poco después del amanecer, a esta hora las fuerzas se agotan y las tripas molestan con su llanto de siempre. Supongo que tendremos que dormir entre las yerbas, ni que fuera la primera vez.
Amanece y el cielo gris nos amenaza con bañarnos a la fuerza, mi querido Sopas. No, más bien tienes cara de Chipiturco, en fin, mejor nos apuramos y buscamos el almuerzo más tarde, cuando lleguemos a algún pueblo que sí quiera recibirnos como felices inquilinos…

No sé si el hambre, si la lluviecita esta que ni nos termina de mojar ni nos deja secarnos o si los casi dos días de caminar, pero veo cerca una ciudad grande, enorme, quizá sea esa donde siempre nos perdemos entre toda la gente que allí hace como que vive. Date prisa, Chipiturco, seguro que nos espera una cena exquisita y un escondite más cómodo que los yerbajos de ayer, hay que correr para que no nos vayan a ganar la banquita del parque como la última vez que la suerte nos trajo para acá. Ya quita esa cara de angustiado, mira que en esta gran cuidad veremos una magnífica cantidad de posibles novias para ti, ora sí tendrás para escoger, así que ponte vivaracho para que no te coman el mandado…

Según recuerdo, aquella vez vimos muchos camiones desde que entramos, carros ruidosos y gente, muchísima gente, pero lo extraño es que no he visto nada de eso, por más que caminamos no hay nadie en la calle, ni perros, ni cucarachos… Algo raro pasa acá. Hay algunos autos abiertos pero vacíos, zapatos colgando de los cables y miles de paños sucios en el suelo, la cuidad entera debe estar tapizada de ellos, parecen de esos con los que los doctores se tapan la buchaca cuando le hacen cosquillas a uno para ver si no se le ha enfermado la risa…

No es que no haya gente, eso lo tengo claro, ya que veo luces encenderse dentro de las casas. Mejor será buscar la cena y encontrar pronto otro coche abierto. Seguro será más cómodo para dormir. Detrás de los restaurantes siempre hay comida, pero lo que hay aquí es sólo las sobras de las sobras y ya está todo peor que podrido, ni siquiera las ratas se acercan a comer.

Una ciudad con basureros de tan mala calidad me da muy mala espina, más siendo una tan grande como esta. Mejor será seguir nuestro camino. Tal vez alguno de los coches abiertos que vimos afuera del edificio ese abandonado tenga llaves y suficiente gasolina para irnos.

¿Nunca te comenté sobre mis maravillosas habilidades para darle a esa cosa con pedales, volante y palanca? Anda, no me mires con esos ojos te voy a sacar de aquí y tal vez encontremos a alguno de los buenos amigos que hice cerca de aquí, en un parquecito. Ellos sabrán lo que pasa y donde se puede conseguir basura decente…

3 comentarios:

Aldo Cicardi dijo...

Me agrada el rol que se le está dando al can, como si estuviera narrado y él fuera el público.
Saludos.

Lulú Lecona dijo...

Ciudad apocalíptica... oooh, santas premoniciones...

Excelente manera de brindarle un nuevo modo de transporte :D

Se nota el cambio de estilo (que por supuesto me agradó también) pero aún hilando congruentemente con la "voz" anterior.

Va... ahora sí se ve más clara la dirección en esta ronda.

Anónimo dijo...

Vamos claros y se nota en primer plano que vamos para un sitio en comun, no por que la ronda anterior haya sido mala si no que se empieza a notar la "coplacion" jajaja saludos!