domingo, 17 de mayo de 2009

.05. Ronda 1


Entre los árboles y arbustos, troncos, hierbas y matorrales; llevando un perfume de incienso y fuego; tibio como arena y fresco como el mar. Abro los ojos en el presente y no reconozco nada, como si todo fuera nuevo y mi experiencia primigenia llena de confusión sólo percibe eso que viaja en el aire misterioso y enrarecido. Quizás un sendero a otros tiempos mejores, la vuelta al origen, el hogar, home sweet home, we’re going back home♫.

            Al fin algo conocido. Menea el rabo. Hola ¿cómo amaneciste? O quizás sea mejor preguntar ¿Dónde….? ¿Dónde…. dónde dejé? ¿Yo traía algo? Vuelvo un poco al pasado, transportándome en el tiempo hasta que reconozco ese olor: quizás soy yo, quizás es el perro. Ahora los dos estamos hace 8 horas, frente a una fogata encendida y un intenso olor a copal. Entonces me pasan un cántaro, reconozco las manos suaves de Liber, su cara sonríe casi estúpida; perdida ya en el viaje de peyote. Entonces tomo el recipiente entre mis manos y lo acerco hasta mi cara, apenas toca mis labios cuando observo la cabeza de Rin-tin-tin con exactamente la misma expresión que tendrá 8 horas después cuando nos despertemos en medio de la nada y yo salga del trance.

            Y es cierto, de nuevo en el presente es la misma expresión. Como si el rostro del canino me hubiera dicho dónde comenzaba y terminaba su labor como cuidador, pues él lo sabe: me ha visto en las peores. Y aún así siempre despierto y lo veo por ahí, esperándome para seguir rolando por el mundo y volver  a buscar colitas que oler, narices húmedas y pieseses ásperos que recorran las calles interminables… corrección: los bosques. Aunque recuerdo haber visto una calle ¿quizás hace seis horas? Todo era de colores, como si alguien hubiera desparramado litros de pintura y ésta no cesara de revolverse. Entonces vi un tumulto de personas que cargaban en sus hombros una gigantesca masa roja que se revolvía incesante, crecía para luego expulsar una especie de humo, quizás respiraba agonizante. Todo se movía con pasmosa lentitud y estoy seguro que pasaban por una calle, carretera, camino o lo que sea que pueda sacarme de aquí y llevarme a la civilización.

            Ahora es mi estómago el que ruge. Nunca he sabido qué es peor, si el hambre o la sed. Pero creo que la segunda me pesa más, con este calor húmedo, con mi cabellera enredada y sedosa que hace el sudor más pegajoso y caliente. Comienzo a sentirme angustiado ¿Y si estoy perdido? Es una posibilidad, pero para ello tendría que haber estado encontrado antes y no puedo: estoy diseminado por el tiempo, seccionado en diferentes momentos en los que siempre me hayo viviéndolos perpetuamente.

            Y no es que viva de los recuerdos, solamente es que la compleja estructura del tiempo ha llevado a los hombres a la locura; creen (ingenuamente) que pueden medirlo y controlarlo, hacer de su devenir el resultado de una partida de póquer, el convenio luego de una discusión, la convención del aquí y el ahora. Una pretensión tan absurda que en su sola propuesta se invalida, negándose a aceptar su múltiple naturaleza caótica y espiral.

            Sin embargo se limitan a vivir el tiempo un momento a la vez. Van aprehendiéndolo de a poco en una progresión fría y sistemática: como quien observa la cara de un poliedro y cree que eso representa la totalidad. Es hasta que éste gira y deja ver otro de sus lados cuando la nueva imagen se convierte en realidad presente, dejando a la que antes ocupaba su lugar en el plano efímero de los recuerdos y haciendo una ruptura en el tiempo: creyendo que las cosas existen a partir de su presencia en la experiencia del presente y luego se desvanecen; evadiendo la posibilidad de que son constantes y se encuentran suspendidas en su debido tiempo, existiendo ahí eternamente.

            En realidad no sé qué estoy diciendo. Como si la voz de mis pensamientos fuera otra que no es mía, proveniente quizás de muchos años en el futuro cuando la muerte baile sobre mis huesos esparcidos por los días y los años. Pero no ahora en el presente cuando Coqueto empieza a menear la cola y sale disparado corriendo. Quizás por fin encontró una canina y se olvide de mi, como los amigos cuando deciden que eso de ser novio requiere tiempo completo, poco a poco se enclaustran en sus relaciones y uno no vuelve a saber más de ellos. Como ocurre quince años en el pasado cuando Jean y María se besan. Me comienza a subir la sangre por la cabeza agolpándoseme en el rostro. Los ojos se me hinchan y se humedecen ¿qué es esto? Ya no recordaba lo que se sentía… sí era algo más o menos así.

            Entonces me interrumpe Liber que de vuelta en el presente llega con Cazador. “Tu perro es muy inteligente, si no fuera por él no te hubiera encontrado”. La miro. Es una flor marchita. Tan bella que no merece estar entre nosotros drogándose, dejándose manosear por cualquiera, amaneciendo en un lugar diferente cada vez y con hambre… Chingada madre, cómo me rugen las tripas… No puedo creer que pese a todo Liber se haya tomado la molestia de venir a buscarme, y por eso se lo pregunto.

            De qué hablas, contesta con una sonrisa opaca de su dentadura amarillenta, tú hubieras hecho lo mismo si yo me pierdo en el viaje. Ambos sabemos que no, pero Perrocles me recuerda que a pesar de mi apatía es él muchas veces el que me jala. Como si yo fuera el perro y él el amo. Confío más en su instinto que en el mío pero yo siempre tengo mejor suerte. Un combo letal.

            Liber me trae otra sorpresa, mi morral raído: ¡eso era lo que yo traía! Y en el mismo acto me recuerda por qué al despertar lo buscaba casi como algo orgánico y parte de mí ser: no necesito hurgar mucho en su contenido para sacar una botellita verde de plástico desechable. La dama y el vagabundo me observan con algo de decepción mientras empujo hasta el fondo el aguardiente, volviendo a la vida con el estremecimiento alcohólico que me recorre… “¿Quieres?”

            Niega con la cabeza. Sus ojos aún dejan ver algo de inocencia, algo de pensamiento evocado al futuro: ¿qué será de mí?, ¿esto quiero de la vida?, ¿soy lo que soy o lo que aparento? Pero siempre son fases (caras de un poliedro). Yo también me parezco a ella, aún me encuentro perdido en algún lugar del tiempo haciéndome las mismas preguntas obteniendo de respuesta sólo un eco, la repetición de la interrogante hasta el hartazgo. “¿Volvemos al campamento?” Al final una pregunta que se contesta sola.

            Veinte minutos en el futuro estaremos de vuelta en un revoltijo de enseres, cobijas, botellas, piedras, palos y ramitas. Yo me preguntaré cómo es posible que en mi memoria no exista nada de eso y todo sea reemplazado por un desierto de arena gris, un nubarrón negro e infinidad de colores borrosos y vagos, que aparecen de sus contrarios y van tomando forma de manera arbitraria hasta volverse escenas, momentos, tiempos.

            Chamán prepara en una renovada fogata una especie de potaje. Al preguntar qué es obtengo por respuesta que las sobras del peyote con un poco de mezcalina y sopa de elote. Me pregunto ahora a qué sabrá. Cinco años en el pasado pruebo por primera vez ese tipo de menjurjes y lloro, toda la noche lloro. Liber no estaba ahí, quizás todavía no la conocía: quizás nunca lo he hecho. Chamán la besa en la boca mientras revuelve el contenido de la olla con su pala de madera, puedo ver cómo sus lenguas salen de sus bocas para introducirse en la ajena y me pregunto hace cuánto que no me besan así. Con deseo y sin conceptos prefabricados. Fue hace dos o tres meses cuando me reencontré con Eugenia en el hotel donde se ve con sus clientes. Estamos borrachos con una mezcla de sake y cerveza. Estamos viéndonos. Estamos sucios. Estamos acercándonos. Cesan las risas. Todo es silencio. Antes de lo inevitable poso mi mano en su seno derecho. Puedo sentir su pulso agitado por el alcohol y la emoción.  Ella me dice que no puede. Le pregunto qué es lo que no puede. Me contesta: amarte. Entonces se hincha mi miembro, tomo su mano y la coloco encima de él. Con la otra sujeto su mandíbula y la beso desenfrenadamente.

            “Listo” dice Chamán en el presente, pasándome un recipiente lleno de la sopa caliente; Perro Guardián me mira… Día  y medio en el futuro todos nos despedimos de vuelta en algún lugar que no reconozco, pero al fin y al cabo de vuelta.

1 comentarios:

Ocelotl Galván dijo...

Me gustó. Definitivamente me gustó harto, carnal. El giro tanto de la narración como del personaje retoma cauce; de algún modo sigue viajando, aunque geográficamente no se desplaza mucho, no? jejeje...

Ya nos hacía falta un pasaje filosófico, me parece que nutre bastante bien la historia universal piesesera. También me late lo del perro, el nombre que le da es siempre en función de la situación.


De verdad me entusiasma el proyecto, va sobre sus propias ruedas y en cada texto se puede distinguir el sello personal de cada quien.