Seguro que quien me vea por atrás pensará que imito a un pato por lo apretado y lo corto que camino. No hay nada que hacerle, me urge encontrar un lugar donde depositar.
Cada paso se hace más difícil, si fuera más débil de lo que soy (esfuerzo Herculeo de mi parte) ahora probablemente estaría agonizando en una esquina de esta ciudad sin colores conocidos.
Mi plan original es conseguir monedas para ir a una gasolinera, lástima que no estoy en condiciones de bailar para sacar varo (no, mejor no saco nada), no poseo otro talento para ganarme el pan que ahora quiero desechar.
Sólo queda caminar y caminar, pensar en otra cosa. Levanto mi muñeca (¡ay mana, que atrevida!) y veo que no traigo reloj, por lo que sé que ya han pasado más de 7 minutos desde que estas mismas ganas me consumen, porque yo decidí consumir en algún momento del día anterior.
No encuentro ninguna moneda, no diviso ninguna divisa y en la cocina hay olor a gas sin tener ninguna gasolinera alrededor.
Sólo escucho en mi mente el tic tac del tiempo pasar, más preciso que si tuviera un reloj digital. De repente algo me dice "Se me hace que me voy a quedar aquí nueve meses" ¡Carajo! Debo encontrar un baño urgentemente, pues ese sonido no viene precisamente de mi boca.
viernes, 5 de junio de 2009
.02. Ronda 1.5
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1 comentarios:
jajajajaja, super mega deliciosa narrativa y una comicidad benigna
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